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21 septiembre, 2018

CLAVES PARA LA INTRODUCCIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL TRABAJO CON ADICCIONES

CLAVES PARA LA INTRODUCCIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL TRABAJO CON ADICCIONES

 

Objetividad es el nombre que se le da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina. Adrienne Rich (1979)

 

Hablar de género en la intervención en adicciones (desde la prevención a la reducción de daños, pasando por el tratamiento), como en cualquier otro ámbito, empieza por aclarar dicho concepto y otras nociones relacionadas, desarrolladas por las teorías feministas desde múltiples disciplinas (sociología, psicología, antropología, economía, medicina, etc.).

Básicamente, se suele acceder a la definición del género como el conjunto de lecturas socioculturales a partir de un dato entendido como “biológico”[1]: el sexo; lo masculino y lo femenino (género) vienen a designar normas, valores, formas de comportamiento, de vestir, de expresarse, sentir, etc. para los dos sexos definidos-designados: hombre y mujer. Sin embargo, no podemos quedarnos en esa definición básica, ya que el elemento central que nos desvela este concepto es el de la desigualdad estructural entre hombres y mujeres, que es consecuencia de la minusvaloración de un género (el femenino) frente al otro (el masculino): el sistema sexo/ género[2] nos revela el género como principio de organización social con un marcado carácter jerárquico. Define elaboraciones socioculturales que no son innatas sino construidas y, por ende, modificables (importante cuestión en nuestra labor de intervención); va variando en el tiempo, pero sigue designando dos modelos de socialización dicotómicos y naturalizados en que las personas nos movemos en función del cuerpo que habitamos: se convierte en una especie de exigencia tanto social como interna (genera identidad), y toda persona que se sale del marco normativo genérico, recibe de una u otra forma sanciones o presiones. Hablar de género es hablar de un sistema de relación entre esos sexos definidos: hombres y mujeres, en una concepción dicotómica de la realidad y las posibilidades del ser humano en dos pares opuestos/ complementarios[3]. Así pues:

El género es un principio de organización social que genera / se inscribe en la subjetividad e identidad. Es un concepto relacional, procesual y dinámico, estando su contenido en continua transformación (no es lo mismo el contenido de género asociado a nuestra abuelas y abuelos, por ejemplo, que el asociado actualmente). Sin embargo, sus bases son: la dicotomía ‘hombre-mujer’ (estableciéndola como algo natural y con la heterosexualidad[4] como sistema también naturalizado de organización del deseo), y que conlleva la subordinación y minusvaloración de lo asociado al género femenino – las mujeres.

Otra cuestión imprescindible para hablar del género en nuestra sociedad es que pone de relieve la invisibilidad de las mujeres y lo asociado a lo femenino

El género vendría a actuar como una fuerza de exclusión de las mujeres frente a los hombres. Sin embargo, no podemos obviar que las mujeres no somos un grupo homogéneo, y estamos a su vez atravesadas por otras categorías de estratificación social como puedan ser la edad, el color de piel – etnia – procedencia, la orientación sexual, si somos cis o trans, la clase socioeconómica, etc. Son sistemas de opresión y privilegios en los que estamos insertas, y que aparte de producir jerarquías entre nosotras, también pueden colocarnos en clara situación de ventaja social (entendida como oportunidades, acceso a recursos, derechos, etc.) frente a algunos hombres (véase por ejemplo la clase, o el color de piel).

Otra cuestión imprescindible para hablar del género en nuestra sociedad es que pone de relieve la invisibilidad de las mujeres y lo asociado a lo femenino. Las personas estamos inmersas en el saber androcéntrico, que presupone la experiencia masculina como la universal y deja de lado o minusvalora los saberes y aportaciones de la experiencia femenina. Las mujeres, las “otras”, aparecemos así definidas por nuestra negatividad, esto es, por la exclusión comparativa con el elemento supuestamente neutral, no marcado. Así lo femenino se entiende como lo específico, lo particular, frente al pretendido universalismo del uno masculino. En la atención e investigación sobre las adicciones, como en otros ámbitos, estamos en un proceso en el que se ha pasado de la invisibilización de las mujeres a su esencialización: hablar de mujeres no garantiza que se aplique la perspectiva de género → las mujeres y sus experiencias son presentadas como “lo otro”, y los hombres y sus experiencias como referencia de “la norma(lidad)”.

La mera división de papeles en base al sexo podría suponernos o no un problema, pero la cuestión es que esa división, esa diferencia, implica una jerarquía que tiene consecuencias en todas las esferas de la vida de las personas, varones, mujeres y toda persona que se escape o trate de escapar a esta dicotomía.  No existe ningún tema neutro que no pueda analizarse desde el prisma del sistema sexo/ género…

Generalmente se emplea el término ‘género’ como sinónimo de ‘sexo’[5], y se abordan como características dadas las diferencias percibidas en las adicciones de hombres y mujeres. La perspectiva de género ofrece todo un cuerpo teórico para poder examinar el consumo de drogas, las drogodependencias y adicciones comportamentales sin sustancia, introduciendo cuestiones que pueden ofrecer un referente para al análisis de esas diferencias percibidas. Así pues, se trata de un marco analítico y comprehensivo, que va más allá de la ‘descripción’ de la “realidad”; permite hacer un mejor diagnóstico de la realidad, así como diseñar intervenciones estratégicas que tengan en cuenta este factor. Cuando se habla de enfoque o perspectiva de género nos referimos a la incorporación de las herramientas necesarias para visibilizar los efectos del género en nuestra sociedad y en las personas, en los procesos macro y en los micro, en una retroalimentación e interrelación constante de los mismos.

Aplicar la perspectiva de género en adicciones supone identificar qué afecta a los varones y a las mujeres que acuden (o no) a nuestros centros y recursos precisamente por el hecho de ser varones o ser mujeres (como categoría social y cultural que genera identidad y subjetividad) en esta sociedad, entendiendo cómo afecta eso en sus procesos de adicción, en su día a día, en su motivación para el consumo, en el mantenimiento o abandono del mismo, qué sustancias se eligen, qué tipo de problemáticas con el juego desarrollan etc.

Para terminar quisiera añadir varias recomendaciones básicas[6] si queremos aplicar un enfoque de género en nuestra intervención en adicciones:

* Debemos desagregar los datos por sexos. Siempre y en todos los datos que recojamos-observemos, así como en los enunciados que se deriven de la lectura de dichos datos.

* Desagregar los datos por sexos no es hablar de género. El género es una categoría que implica tener en cuenta el por qué de las diferencias percibidas, la compleja relación entre el sistema social, los valores y la identidad y subjetividad de cada persona. Ofrece claves explicativas que pueden producir una mejora en nuestra acción. No podemos sustituir una expresión por otra.

* La perspectiva de género propone un cambio del sistema. Emplear esta perspectiva para el análisis de la realidad, diseño de proyectos, ejecución y evaluación, lleva implícita y explícitamente la voluntad de cambio de lo que nos rodea, de nosotras mismas y de las personas con las que trabajamos. Es una herramienta que visibiliza la desequivalencia y es una herramienta para la equidad.

* La perspectiva de género no es un tema o punto aparte en un proyecto… porque debe impregnarlo todo. Estrategia dual: conjugar el denominado la Transversalidad del Enfoque de Género con “Acciones concretas” para su desarrollo (con presupuesto suficiente y real).

Para todo esto resulta imprescindible la formación en Teorías y Estudios del Género, tanto como nos hemos formado en otras teorías explicativas del comportamiento humano y social en nuestra intervención.

 

Manuales y herramientas de intervención recomendadas:

Álvarez Álvarez, Paloma Generando Igualdad. Guía para la incorporación del enfoque de género en actuaciones y programas., Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz 2001

Bosch, Esperanza et al, El Laberinto Patriarcal. Reflexiones teórico-prácticas sobre la violencia contra las mujeres. Editorial Anthropos, 2006 Barcelona

Castaños Izquiedo, Mónica et al,  Intervención en Drogodependencias con Enfoque de Género. Colección Salud nº 10. Instituto de la Mujer, 2007. Madrid

Martínez Redondo, Patricia. Extrañándonos de lo “normal”. Reflexiones feministas para la intervención con mujeres drogodependientes. Horas y HORAS la Editorial, 2009

____ Perspectiva de Género Aplicada a las Drogodependencias.  Asociación de Entidades de Centros de Día (ASECEDI). Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Pamplona, 2008.

____ et al. Masculinidad y Adicciones en Centros de Día. Guía Metodológica para trabajar en Centros de Día de Adicciones. Edita: ASECEDI / Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Navarra. 2009

Moiras, Sembla, Heliconia, Con vistas a la Igualdad. Guía Didáctica, Talleres de Igualdad y Educación No Sexista, Ayuntamiento de Madrid, 2007

Olmeda Valle, Amparo y Frutos Frutos, Isabel. Teoría y Análisis de Género. Guía. Metodológica para trabajar con grupos. Asociación Mujeres Jóvenes, Madrid, 2001

Platero Méndez, Lucas R. Trans*exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos. Bellaterra editorial, Barcelona, 2014

Sánchez Sáinz Mercedes et al. Somos como somos. Deconstruyendo y transformando la escuela. Editorial Catarata Madrid, 2016

 

[1]Siguiendo los trabajos de la bióloga Anne Fausto-Sterling, el sexo no dejaría de ser otra lectura socio-cultural, otra categoría de estratificación social unida indefectiblemente al género, y no un dato biológico ajeno-previo a la decisión-experiencia humana. Para una mayor profundidad de esta teoría: Fausto-Sterling, Anne (2006).

[2]La teoría del sistema sexo-género fue desarrollada por Gayle Rubin en 1975 y es esencial para explicar la discriminación que sufrimos las mujeres en nuestra sociedad.

[3]Volviendo a la interesante tesis y propuesta de Fausto-Sterling el sexo-la anatomía sexual humana- es un ‘continuum’ que va más allá de los dos sexos establecidos como naturales-normales.

[4]La heterosexualidad es entendida como lo natural-lo normal, y todo lo demás es aquello que se considera enfermedad (aún), se tolera, o se considera cuestión de derechos. Nuestro enfoque, que no podemos exponer en profundidad en estas breves páginas, apostaría por la ruptura de la dicotomía de género, así como de la heterosexualidad como referente de normalidad- natural, en una afirmación de la amplia diversidad humana más allá de hombre/mujer – masculino/femenino. Además, la heterosexualidad funciona también como sistema de subordinación de las mujeres / lo femenino, colocándonos, y a toda persona asimilada a “lo femenino”, como lo agredible, vulnerable, pasivo, etc. en un eje de respetabilidad-no respetabilidad / estrecha – puta, zorra.

[5]En su acepción tradicional como “realidad biológica dada”, no en la acepción propuesta por Anne Fausto-Sterling.

[6]Pueden ser consultadas para su ampliación en Martínez Redondo, Patricia (2016) Capítulo 4: “ Profesionales y formación en perspectiva de género: un reto pendiente” en Perspectiva de Género en la Intervención en Drogodependencias. Prevención, asistencia, formación e investigación. Edición a cargo de Elisabete Arostegui. Instituto Deusto de Drogodependencias. Bilbao

 

AUTORA

Patricia Martínez Redondo

Educadora Social y Antropóloga, experta en género y drogas

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